Una buena representación de medios de "información" fieles partidarios de las rancias tradiciones se hacían eco en los últimos días de la tímida llamada a la racionalidad del Alcalde de Sevilla que pretendía limitar el número de miembros de la corporación municipal que participan en la procesión ¿o sería más adecuado llamarlo desfile? de la Virgen de los Reyes.
El titular empleado por InfoVaticana denunciaba nada menos que una agresión a los Derechos Humanos: "El alcalde de Sevilla propone limitar la libertad religiosa de sus concejales" y, claro, uno se viene arriba ante el enfado de este medio de cuya (ausencia de) neutralidad no nos cabe ninguna duda: ¿Habrá por fin calado el discurso de la laicidad institucional? ¿Será un alcalde socialista de Sevilla tan valiente como para enfrentar las contradicciones entre las demandas de sus bases y las rancias costumbres y aplicar la separación entre las religiones y el Estado? ¿Hemos entendido de una vez que la religión o las creencias espirituales de cada persona deben ser un asunto privado y que los cargos públicos no deben identificar a la institución que representan con una confesión concreta, respetando la igualdad y la libertad de conciencia de los ciudadanos a los que representa?
Pues no. Como dijo Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Y yo añado que el insomnio de la razón que provocan los veranos sevillanos produce alucinaciones. Y no. No era esa la cuestión a debate. Se trataba de algo mucho más prosaico y mucho más sevillano.
El problema, al parecer, es que en los largos años de travesía del desierto que han supuesto el gobierno de Juan Ignacio Zoido al frente del Ayuntamiento sevillano se ha ido incrementando la presencia de representantes municipales en dicha procesión de tal modo que ha llegado a ocultar su verdadero motivo. Incluso han instaurado la "previa" en la que los ediles desfilan ¿o sería más adecuado decir que procesionan? desde la Casa Grande hasta la Santa Catedral. El propio alcalde ha llegado a recordar que la que tiene que procesionar es la Virgen de los Reyes, y no la corporación.
Esto ha llegado a un punto excesivo, incluso para las gentes de bien, lo que ha llevado al regidor a proponer que a los actos religiosos de las fiestas sólo deberían acudir el alcalde, dos tenientes de alcalde y dos concejales por cada fuerza política. En total, trece personas. Trece personas para representar al Ayuntamiento pueden parecer muchas al desconocedor de las costumbres sevillanas, pero para el experto está claro el juicio "¿Trece? ¿Qué birria de procesión es esa? ¡Si hasta trae mal fario el número!"
Tenemos que considerar que Sevilla es una ciudad que integra conmo ninguna lo clásico y las últimas tendencias, basculando entre lo rancio de la procesión religiosa y lo posmoderno de que el discurso configura la realidad. Lamentablemente, nos hemos saltado la modernidad, y de ahí los problemas que afrontamos los laicistas, pero eso es tema para otro debate.
Y es que en Sevilla, al margen de los de siempre, esos que tienen una ristra de apellidos más larga que el nombre de su hermandad, aquellos que desde la cuna estaban destinados a "ser alguien", esa condición (la de ser alguien) hay que ganársela. Y no hay nada que de más puntos que desfilar, a ser posible a cara descubierta, por las calles de nuestra ciudad, mejor cuanto más céntricas. No hay otro forma de entender la proliferación de procesiones que sufre nuestra ciudad, donde prácticamente no hay semana que no salga a la calle algún cortejo sin que falten velas y banda de música.
Así que toda esa legión de sevillanos hambrientos de renombre que se han batido el cobre para conseguir ir en las listas del PP (y no pocos en las del PSOE) y han conseguido llegar a ser concejales (y concejalas) para darse relumbrón, para conseguir codearse con los VIPs, para ser recibidos en los círculos más selectos, ven ahora frustradas sus ilusiones.
- ¡Qué vayan a título particular! - dice el Alcalde.
- ¡Acabáramos! ¡Para ese viaje no hacían falta alforjas! - responden compungidos.
Y es que, en efecto, Juan Espadas ha hecho mella en lo más sagrado del espíritu rancio sevillano, y con lo más sagrado no me refiero a la Virgen de los Reyes.
Así es Sevilla, que mientras más conoces más quieres y odias sin que sea posible desligar una cosa de la otra. No se venden por separado.
Ya sé que es mucho pedir que nos dejemos de hipocresía, pero si fuera posible una llamada a la dignidad, ¿Por qué lo llaman Libertad Religiosa si no es más que postureo?