NOTA: Este artículo refleja la opinión de su autor y no la postura oficial de Sevilla Laica.
A estas alturas, estamos todos hasta la coronilla (corona pequeña), de los detalles de la proclamación de Felipe VI. Pero pasados los momentos de los acontecimientos es hora de pararnos a analizar con más detalle aspectos particulares. Y el que hoy tratamos no es un detalle menor: El nuevo rey ha dispuesto que no hubiera actos ni símbolos religiosos en la ceremonia de proclamación como nuevo rey de España. Sólo la Constitución y los símbolos del Estado.
Este gesto contrasta fuertemente con las tomas de posesión de TODOS los presidentes de Gobierno que llevamos en democracia, que han estado presididas por Biblia y Crucifijo y con el precedente de su padre cuya coronación incluyó una misa, católica, por supuesto.
Es muy recomendable leer el artículo de Esther Palomera para el Huffington Post en el que valora lo que supone que el propio rey vaya treinta años por delante de los políticos de PP y PSOE, que han sido hasta ahora incapaces de desarrollar una Ley de Libertad de Conciencia acorde con la aconfesionalidad del Estado y con la progresiva secularización de la sociedad española. Y es que, a pesar de que la Ley de Libertad Religiosa vigente y los famosos y aconstitucionales acuerdos iglesia-Estado son descaradamente confesionalistas en cuanto a la situación de privilegio que otorgan a la Iglesia Católica, muchos políticos españoles van mucho más allá de lo que estas leyes les exigen e imponen de forma impúdica sus creencias a los ciudadanos, incrustando símbolos y ritos católicos en lo que deberían ser meros actos civiles.
Como bien recoge el artículo, el nuevo rey ha demostrado que trae otros tiempos a la política y ha colocado la patata caliente del laicismo en las manos de unos políticos que han quedado automáticamente obsoletos.
Es cierto que el gesto del Rey es oportunista. La Iglesia Católica es una de las instituciones más desprestigiadas de España, junto con la Corona, por cierto. Si a esto le sumamos la tradicional intransigencia manifestada en declaraciones de los prelados, rayantes en lo alucinatorio y que causan el rechazo de la mayoría de los ciudadanos, creyentes incluidos, podemos deducir que cualquiera con inteligencia política sabe que lo más conveniente es soltar lazos y dejar que esta anacrónica institución se hunda solita sin arrastrarnos al fondo. Esa inteligencia política que ha faltado en los gobiernos del PSOE.
Y no ha sido el único gesto simbólico de este rey. El eliminar del escudo real el yugo y las flechas de los Reyes Católicos (lo católico cotiza a la baja) quizá haya pasado más desapercibido pero, siendo otro mero acto simbólico, tiene una fuerza importantísima desde el punto de vista laico. Es marcar distancias con unos predecesores que simbolizaron la uniformidad católica del país, y mantener su símbolo en el escudo real ha mandado hasta ahora un mensaje excluyente a todos los judíos y musulmanes españoles.
Tampoco podemos dejar atrás la utilización de este símbolo, el yugo y las flechas, que hizo la dictadura franquista. Tomado de la Falange de Primo de Rivera para representar al partido único fue uno de los emblemas con mayor presencia y muchos españoles lo asocian antes con Franco que con Isabel y Fernando.
También desaparece del escudo real la cruz de Borgoña o de San Andrés, símbolo inequívocamente cristiano y vinculado además al
franquismo y a los carlistas. Queda pues como único símbolo cristiano una diminuta cruz sobre la corona
real. Al retirar estos símbolos, Felipe VI está transmitiendo un mensaje: su voluntad de ser el rey de todos.
Por todo ello andamos en estos días los laicistas con "el corazón partío" entre felicitarnos por el importantísimo avance que el gesto de Felipe VI representa para el lacismo institucional o criticar lo que todavía nos queda por andar.
El laicismo es, básicamente, un proyecto de convivencia. Una vez desacartada la posibilidad de volver al tiempo de los Reyes Católicos y expulsar de España a los infieles. Una vez que tenemos que aceptar que el mundo de las creencias y descreencias es y va a ser cada vez más diverso, hace falta un marco que permita a cada uno profesar la opción religiosa que elija, incluyendo la posibilidad de no elegir ninguna, incluso de elegir varias o hacerte una religión "customizada" tomando elementos de varias. Esta libertad de elección sólo se puede alcanzar mediante una rigurosa neutralidad del espacio público, común, de convivencia. Las religiones han de habitar en el alma de sus fieles y en sus templos pero no deben invadir el espacio en el que los ciudadanos nos relacionamos unos con otros porque serían causa de interminables conflictos, como la Historia nos muestra con abundantes ejemplos.
La voluntad de convivencia pacífica, que todos los laicistas compartimos, choca con la línea maximalista que algunas organizaciones laicistas están adoptando a la hora de valorar la actuación del rey, insistiendo en un discurso antimonárquico más que republicano. El propio comentario al referido artículo que incluía el observatorio del laicismo al publicarlo, aludiendo a una ridiculez como es la presencia de una cruz en la corona real transmite un mensaje de intransigencia y anacronismo que, a mi modo de ver, es más contrario al laicismo que la propia presencia de esta minúscula cruz y además proyecta una imagen de los laicistas como "disconformes de guardia".
¿De qué se habla que me opongo? era el chiste que simbolizaba la oposición del PP a Rodríguez-Zapatero en su primera legislatura. Parece que es el papel que algunos pretenden que juege Izquierda Unida y, de rebote, Europa Laica.
El artículo de Francisco Delgado publicado hoy mismo en el Observatorio del Laicismo con el título "Proclamación de Felipe VI y a pesar de todo: salud, laicismo y república"
es una buena prueba de lo que digo. En primer lugar por adoptar una
posición republicana radical que no es compartida por muchos
laicistas. En segundo lugar por negarse a reconocer la importancia de los pasos dados por la corona y seguir insistiendo en remotos antecedentes que deberían estar más que superados. Alusiones con una carga de populismo que puede que alienten a las "masas enfurecidas" pero alejan a cualquier ciudadano sensible de un republicanismo visceral y revanchista que parece pretender ganar la guerra civil ochenta años más tarde.
Echo de menos otros argumentos y otro estilo que realmente me permita reconocerme en la línea de mi organización.
Se acusa a la corona de ser una institución obsoleta. Con estos gestos, Felipe VI ha demostrado que la crítica antimonárquica es más obsoleta aún. No se puede comparar esta monarquía con la de Alfonso XIII y menos con Felipe V.
Aunque soy partidario de que el pueblo se pronuncie sobre la forma de Estado que quiere, es más por defender la soberanía del pueblo que por atacar la monarquía. Tenemos abundantes ejemplos en Europa que demuestran que una corona puede ser un aliado del laicismo. Pero para ello hace falta diálogo. En lugar de criticar lo que no está en la mano del rey ¿no sería más inteligente pedirle que reciba en audiencia a una delegación de Europa Laica? Obligarle a que demuestre si su voluntad laicista es clara o se queda en gestos para la galería.
En mi opinión, se está consolidando una línea dura en las posiciones laicistas que nos están alejando del modelo de convivencia y diálogo que debería ser nuestro objetivo principal. Estamos repitiendo los mismos errores de la cúpula católica a la que tanto criticamos y, con la licencia que me da mi tierra, exageraré diciendo que vamos por el camino de instaurar la "Laica Inquisición"
Son meros gestos, es cierto, pero ¿qué más podemos pedir? La Corona hoy en día es una institución fundamentalmente simbólica y su papel se desarrolla en el mundo de los gestos. No sabemos qué ocurrirá mañana, pero hoy el Rey ha dado un paso firme en el camino del laicismo y con ello se ha ganado el respeto de muchos demócratas. Ahora veremos si los líderes políticos están a la altura de su Rey, que tanto ensalzan. Si no es así, a ellos sí que podemos revocarles el mandato en las próximas elecciones.
Autor: Leopoldo Acal, socio de Sevilla Laica - Europa Laica