En este día internacional del laicismo y de la libertad de conciencia
de 2013, no nos proponemos sólo denunciar la vulneración que en todo el
mundo se hace del derecho a la libertad de conciencia y de la enorme
influencia que las confesiones religiosas mantienen hacia los gobiernos,
de forma muy diversa.
Desde los Estados teocráticos y confesionales, en donde el dogma
religioso es a su vez la ley civil, vulnerándose la libertad de
conciencia y todo tipo de derechos de ciudadanía, hasta los Estados, en
donde la influencia religiosa marca las políticas económicas,
educativas, jurídicas, etc. en mayor o menor grado.
Queremos, sobre todo, reflexionar, compartir un sueño, una utopía
universal, un proyecto político y jurídico, en donde la laicidad de las
instituciones y la libertad de conciencia, inunden todos los pueblos de
la Tierra, con un total respeto hacia todo tipo de convicciones, en el
marco de los principios democráticos, de justicia, de igualdad y de no
discriminación, que proclama la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
Porque apostamos por la construcción colectiva, como ciudadanas y
ciudadanos libres e iguales; porque defendemos la palabra, la
racionalidad y la libertad de expresión como instrumento de comunicación
y progreso en las ideas; porque apostamos por el respeto a la libertad
de pensamiento y conciencia, como elementos básicos para la convivencia y
la emancipación del ser humano; porque apostamos por una ética humana
común a todas las personas; porque apostamos por la igualdad y la
dignidad de todos los seres humanos libres de fronteras, libres de
discriminaciones; porque apostamos por un espacio común integrador de
cuantas personas lo comparten; porque apostamos por la igualdad real
ante la ley, la justicia social y la defensa de los derechos humanos
universales.
El Laicismo es sinónimo de Democracia y supone una apuesta por lo público, por la “res pública”,
marco común de derechos y deberes ciudadanos, donde se dote de forma
universal y sin exclusiones, de los servicios necesarios para una vida
digna para todas las personas (educación, sanidad, asistencia social,
vivienda, justicia...). Por ello:
Queremos reconquistar la idea originaria de la
política, como forma de organización colectiva de nuestra sociedad,
recuperando la soberanía, hoy arrebatada por los poderes económicos,
financieros, religiosos o políticos. Una soberanía ciudadana que nos
permita la toma de decisiones libre y responsablemente.
Deseamos que las personas decidan sus normas
colectivas, sin las imposiciones morales de cualquier doctrina religiosa
o ideológica de cualquier naturaleza.
Aspiramos a un modelo de Escuela y Universidad
Públicas y Laicas, donde el conocimiento se construya desde la
racionalidad, desde los métodos científicos y la filosofía humanista, no
desde las creencias, que ya cuentan con sus propios espacios en las
iglesias, templos, mezquitas, sinagogas...
Queremos, una efectiva orientación y formación
afectivo-sexual para todas las personas y la libre decisión de las
mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo. Y como defensores de
una vida digna, también queremos una muerte digna, mediante el derecho a la eutanasia.
Exigimos un ámbito público institucional libre de
simbologías particulares. Que los rituales civiles, con motivo de
acontecimientos importantes, puedan tener su expresión neutral, con
independencia de las ceremonias religiosas o de otra naturaleza
ideológica, de quienes compartan una creencia particular. En esta línea reclamamos
que los responsables políticos, en función de su responsabilidad
pública, no utilicen símbolos religiosos, para prometer sus cargos, ni
participen, de forma oficial, en acontecimientos de carácter religioso.
Pretendemos la neutralidad del Estado (de los Estados)
en materia de convicciones. Para lo que debe eliminarse todo tipo de
identificación, real o aparente, de éste, con cualquier convicción
particular y debe suprimirse cualquier privilegio económico, tributario,
jurídico, simbólico, etc. de las confesiones religiosas.
Reclamamos, por tanto, una clara separación entre las religiones y los Estados. De ahí que apostemos por una lucha permanente por la construcción de Estados verdaderamente laicos.
Queremos un espacio común y público de solidaridad,
justicia social y compromiso, frente a la voracidad privatizadora del
capitalismo depredador y frente a todas formas de beneficencia y de
caridad.
Reclamamos iniciativas transformadoras que busquen la
completa emancipación de la persona y la implantación -real- de los
principios republicanos de libertad, fraternidad, igualdad y
solidaridad, así como el ejercicio efectivo de todos los Derechos
Humanos.
Estamos en deuda con quienes han luchado por un mundo más habitable,
pacífico, libre y han construido discursos cada vez más creíbles y
necesarios, en los que se ha dado cabida a la diversidad humana en sus
multiplicidad de convicciones.
Nuestro desafío consiste en extender el compromiso con el Laicismo o lo
que es lo mismo con la Democracia Participativa a personas,
instituciones y organizaciones.
Madrid. Diciembre de 2013