domingo, 11 de mayo de 2008

Reforma de la Ley de Libertad Religiosa: ¿Amenaza u oportunidad?


El viernes 9 de mayo, los laicistas nos desayunamos con una sorpresa: La vicepresidenta, Teresa Fernández, anuncia que en esta legislatura se reformará la Ley de Libertad Religiosa de 1980.
La primera reacción no puede ser más que de alegría, pensando que una de nuestras reivindicaciones tradicionales había sido escuchada y que se iba a poner fin a uno de los mayores obstáculos para la Libertad de Conciencia en España.

Tras la primera alegría vienen las dudas, y lo que comentan los "líderes" religiosos no ayuda a calmarlas: Quieren meter la cuchara en nuestro Estado (en lo de todos) y hartarse tanto como se hartan los católicos: Catequistas en las escuelas, estatus para el clero, exenciones fiscales, protección para lugares de culto, asistencia religiosa en hospitales y ejércitos...

Los antecedentes del gobierno Zapatero y de la Sra. Vicepresidenta no inclinan al optimismo: En la pasada legislatura se reformó la financiación de la iglesia católica con el siguiente resultado: Se revalidó un acuerdo que estaba extinto y se subió la asignación del 0,52% al 0,7%. Luego se vendió como un éxito, ya que la iglesia reclamaba el 0,8% y además se había eliminado la irregular financiación adicional que se venía incluyendo desde los tiempos de Felipe González.

También fue un fiasco el tema de la religión en la escuela, que sigue y además se ha extendido a la educación infantil. Sin salir del tema educativo, la Educación para la Ciudadanía quedó reducida a una "maría" de lo más ligth y con contenidos a la carta, lo que hace que algunos centros religiosos usen la vida de los santos como ejemplo de comportamiento ciudadano.

Lo poco que se he revelado del proyecto habla de equiparar las creencias religiosas a cualquier opción de conciencia, lo que es positivo, pero quedará en vanas palabras si no se traduce en medidas efectivas: Denuncia de los acuerdos con el Vaticano, supresión de los artículos del Código Penal que protegen los sentimientos religiosos y que mantienen vigente el delito de blasfemia, y tantas otras reivindicaciones que los laicistas venimos manteniendo.

Lo contrario sería pasar de un Estado monoconfesional a otro pluriconfesional. ¿Es esto un adelanto para el laicismo? En mi opinión, no.

Tenemos una amenaza y hemos de aprovechar la oportunidad: Hacer que nuestra voz se oiga, abrir los ojos a los ciudadanos, tener presencia pública en la calle y en los medios de comunicación. Hemos de reunirnos con los representantes políticos, apoyar a todos los partidos y corrientes dentro de ellos que tienen vocación laicista y denunciar los ataques a nuestras libertades.

Hemos de apoyar toda reforma que avance hacia un Estado más laico, y mantenernos firmes ante cualquier intento de pervertir nuestra lucha, dejando claro al Gobierno que no puede jugar con la palabra "laicismo" a su conveniencia, tal como hizo en el Estatuto de autonomía de Andalucía.